Este blog se dirige a una comunidad de investigadores del arte interesados en evaluar los valores de las manifestaciones artísticas en sus contextos históricos sincrónicos y diacrónicos, desde la perspectiva de la dialéctica cultura oficial – contracultura juvenil. La autora, Mihaela Radulescu, es docente e investigadora semiótica.

jueves, 7 de abril de 2011

Qué pasó con la modernidad

Eduardo Subirats, en su ensayo “ Transformaciones de la cultura moderna” habla de los quebrantamientos de la modernidad, como parte de su crisis. La modernidad se basa ideológicamente en la idea de progreso, lo que  implica dar espacio a lo nuevo, a la crítica y al cambio. Supone la ruptura, como parte de la dinámica de la renovación. Pero esta modernidad había perdido contenidos progresivamente en el siglo XX y en los ´50 había puesto de manifiesto una crisis que muchos definieron como “ la tragedia de la cultura “ (   entre ellos,  filósofos como  Scheler o Cassier,  sociólogos como Weber o Mannheim,  también  Bergson, Husserl, Dilthey, Ortega, etc.).La cultura experimenta una desintegración en la cual  Subirats identifica : la crisis de la idea de sujeto personal, la liquidación de las concepciones históricas, ya sean filosóficas, ya religiosas, que sostienen nuestra idea de dignidad humana, de libertad, de integridad física, de moralidad o de gusto estético;  la drogadicción;  a los conflictos urbanos o y los conflictos territoriales de nuestra civilización; el terrorismo. En los 50 la crisis tenía efectos sociales y personales severos, agravados por la guerra reciente que había desestabilizado no sólo a economía y la organización política del mundo sino también los derechos humanos, el respeto a la vida e identidad humana. Mientras tanto, los discursos oficiales ( multiplicados por la cultura oficial ) seguían difundiendo el concepto de modernidad y sus contenidos. Esto crea una tensión entre el referente “ teórico” del momento y el referente “ práctico “. Los primeros en reaccionar fueron los grupos discriminados, entre los cuales se encontraban los jóvenes. La protesta de estos grupos tomó varias formas. Es común referirse a ellas como contracultura, culturas alternativas, c ultura subterránea. Se trata de modos de ser y asumir el mundo que se manifiestan a través de procesos y productos culturales, estilos de vida, visiones del mundo. Hay en día, estas culturas  se han multiplicado vertiginosamente, a la vez que han perdido el carácter de oposición, proponiéndose más como alternativas a una cultura oficial cuyo perfil se ha modificado también, al asimilar varios rasgos y elementos de las propias culturas que en determinado momento se le oponían. La pestmodernidad tiene un mapa  cultural diferente de la modernidad pero para comprender bien sus interacciones es necesario hacer una revisión de la trayectoria de la crisis final de la modernidad y las manifestaciones culturales juveniles  que se le han enfrentado: mod, beat, hippie, pop, punk, glam, indie…
Para comenzar este viaje, propongo una reflexión sobre el siguiente pensamiento de Subirats:

“Las grandes metrópolis modernas son un artefacto técnico: sus formas de comunicación administrativa, comercial y científica sólo discurren a través de medios técnicos o performatizados. El mundo de la máquina ha hecho obsoleto al sujeto humano, como ha formulado Anders en su definición de la posthistoria. Pero, a su vez, estos fenómenos de disolución de viejos valores culturales están acompañados por el acrecentamiento de las desigualdades económicas entre los grupos sociales y entre los países, según sea su grado de desenvolvimiento económico y tecnológico; y estas tensiones, a su vez, generan formas terriblemente cruentas de confrontación militar, y formas temiblemente totalitarias de control civil. El grado de racionalización máxima que nuestras culturas más avanzadas han alcanzado coincide así con el mayor grado de irracionalidad, en cuanto a sus mismas consecuencias políticas y sociales, ecológicas y psicológicas. 
Hoy estas transformaciones estructurales de la cultura desarrollada se viven subjetivamente como una “condición posmoderna”, por emplear la expresión de J.F. Lyotard. El punto negativo de partida de esta perspectiva es el carácter obsoleto o ya puramente retórico de la tradicional crítica sociológica de izquierdas. El “socialismo científico” resulta hoy, tanto sociológica como políticamente, una utopía tan abstracta e irrealizable como pudieron parecerlo las utopías, hoy consideradas literarias, de los socialistas del siglo XVIII a los ojos de los intelectuales de la I Internacional. Esta constelación ideológica parece significar que la crítica sociológica y filosófica que entrañaba sea hoy inviable. En cualquier caso, nuestra condición posmoderna se caracteriza, negativamente hablando, por el abandono más o menos explícito de las tradiciones de la filosofía crítica, en nombre de la superación (o la inviabilidad sociológica) de sus alternativas, o su rebasamiento por los nuevos factores tecnológicos de la civilización. 
La condición posmoderna surge, así, de la encrucijada entre una crítica y una expectativa social de izquierdas que se sienten obsoletas, tanto teórica como políticamente, frente a las nuevas tecnologías, sus efectos sociales y las formas de dominación social que presiden. En esta encrucijada lo primero que se encuentra es el vacío. Muy tempranamente, Octavio Paz detectó el agotamiento, el vaciamiento de valores al que había llegado la modernidad literaria y artística del siglo XX. Es algo que puede referirse lo mismo a los planteamientos programáticos del Bauhaus como a la teoría de la revolución social de G. Lukács. Este vacío es el que, en muchos países europeos y americanos, ha mediado entre los años en torno al 68 (con el trasfondo de movimientos revolucionarios triunfantes en el Tercer Mundo, la revolución cultural y la renovación que supuso frente al dogmatismo estalinista, y el movimiento estudiantil) y la década de los ochenta (con la dilatación de las guerras del Tercer Mundo, la escalada de misiles con cabezas nucleares de alta potencia y el hundimiento económico de los países en desarrollo). Para toda una generación el mundo, de pronto, se ha venido abajo.” Eduardo Subirats, Tranformaciones de la cultura moderna / http://www.ensayistas.org/antologia/XXE/subirats/cultura.htm